El auténtico liderazgo es imperfecto.
El Auténtico Liderazgo es imperfecto.
Lo que pasa es que no nos gusta la imperfección, por eso nos encanta contar historias fantásticas, de personajes maravillosos, que, con sus ideas de genio y sus brillantes decisiones, sirven de inspiración para el resto.
Nos encanta crear iconos con personajes iluminados que nunca se equivocan.
El mundo empresarial no es una excepción. Solo hay que leer y escuchar las historias que nos intentan vender algunos gurús del liderazgo a través del ejemplo de emprendedores y empresarios, mayoritariamente norteamericanos, a los que nos pintan como el paradigma de un liderazgo ejemplar.
El problema con estas historias es que, no solo no ayudan, sino que, en muchos casos, solo hacen que contribuir a esa absurda estigmatización del fracaso que llevamos años promulgando en escuelas y universidades.
Y es que, aunque muchos lo desconocen, las famosas historias de héroes, que algunos han fabricado alrededor de algunos líderes empresariales de finales del siglo XX, están muy lejos de proporcionar un retrato realista de sus protagonistas, que, en muchos casos, eran mentes brillantes, pero más bien la antítesis de lo que podríamos definir como un gran líder.
¡Los superlíderes NO EXISTEN!
Veamos, por ejemplo, las historias del ex CEO de General Electric, Jack Welch o la del idolatrado Steve Jobs.
A ambos personajes se les ha pintado como líderes excepcionales, que valoraban la contribución de cada empleado e infundían confianza en aquellos que les acompañaron en la ejecución de sus visiones de GE y Apple, respectivamente.
«Los líderes actualizan implacablemente a su equipo, utilizando cada encuentro como una oportunidad para evaluar, entrenar y desarrollar la confianza en sí mismos”. – Jack Welch
«Si quieres contratar a gente maravillosa, lo que debes de tener claro es que tienes que dejarles trabajar, que tomen sus decisiones y aceptar sus críticas hacia uno mismo.» – Steve Jobs
Pues bien, por muy inspiradoras que resulten este tipo de frases, no reflejan la realidad de aquellos que trabajaban con ellos, que, al ser entrevistados, cuentan que, no solo no desarrollaban el talento de su equipo, ni les daban autonomía para decidir, ni mucho menos aceptaban sus críticas, sino todo lo contrario… al primero que se atreviese a contradecirles, lo ponían de «patitas en la calle».
Y es que, lo que las biografías oficiales tienden a obviar es que, tanto Welch como Jobs, eran unos auténticos tiranos, que maltrataban a todo aquel que osaba llevarles la contraria.
Seguramente son un gran ejemplo de lo que una mente brillante puede hacer por un negocio, pero, de ahí a venderlos como ejemplo de liderazgo hay una considerable diferencia que, creo fundamental subrayar si deseamos formar buenos líderes en el futuro.
Liderazgo «Bully»
Quizás no sepas que Jack Welch tenía por costumbre despedir al 10% de sus mandos intermedios cada año, independientemente de su desempeño profesional. Lo hacía para generar tensión y competencia entre ellos. Esa práctica del Sr. Welch no aparece en los miles de frases célebres que, todavía hoy, miles de profesionales comparten en sus redes sociales cada día.
El estilo de liderazgo de Jack Welch derivó en una estirpe de managers de GE a los que se les conocía por sus maneras despiadadas y el desagradable trato que propinaban a sus equipos, obsesionados por la eficiencia y por conseguir sus objetivos individuales.
Los gurús también tienden a omitir las demandas por contaminación presentadas contra GE, los esquemas de fijación de precios por los que la corporación fue acusada y los casos de fraude que se llevaron a cabo durante el reinado del “Gran Jack”.
En Apple cuando veían a alguien salir llorando de una reunión lo habitual era preguntarle «¿Te han hecho un Steve?» (¿Have you been Steved?)
¿Tengo algo en contra de Jack Welch o Steve Jobs?
¡En absoluto! Creo que ambos fueron profesionales admirables y excepcionales en muchos sentidos, pero, como cualquier humano, también cometieron terribles errores y, en lo referido al trato humano, más bien eran todo lo contrario a lo que podríamos considerar un referente.
De lo que si estoy radicalmente en contra es de aquellos que se intentan ganar la vida dibujando una imagen idílica de un líder, ya que el líder es y debe ser, ante todo, humano y como tal, imperfecto, además de estar siempre abierto a reconocer errores y aprender de ellos.
Mi intención al escribir este artículo no es otra que subrayar el hecho de que, cuando creamos biografías impecables de figuras como Jack Welch o Steve Jobs, lo que estamos haciendo no es formar en liderazgo, sino en detrimento de lo que debería ser la formación en liderazgo.
A los futuros líderes deberíamos inculcarles que, más que intentar ser como Welch o Jobs, intenten ser humanos y como tal, imperfectos. Que no tengan miedo al fracaso o a cometer errores, porque, la realidad es que, todos los grandes líderes empresariales de la historia han cometido gravísimos errores, aunque a algunos parezca habérseles olvidado.
En el caso de Steve Jobs, además, y como ocurre con la mayoría de los seres humanos cuando fallecemos, su leyenda se agrandó tras su muerte, todo y que muchos de los que trabajaron con él le recuerdan, tanto por sus genialidades, como por su carácter irritable, su impulsividad a la hora de tomar decisiones y su incontenible mal genio.
El problema es que, al pintar a algunos líderes como “héroes y heroínas de actitud inmaculada” estamos generando la impresión de que, desde hace mucho tiempo estamos faltos de líderes, cuando eso es, simplemente, una absoluta falacia.
El mundo está lleno de personas con capacidad para convertirse en excelentes líderes, solo hay que hacerles saber que, convertirse en un gran líder no tiene nada que ver con ser perfecto, sino con ser más humano.
El liderazgo es humano y, por tanto, imperfecto.
Cuando Michael Dyson escribió la biografía de Martin Luther King, Jr., decidió no ocultar el episodio de adulterio de Luther King. Lo hizo porque sentía que era importante no mitificar a un ser humano que, más allá de su capacidad comunicativa y su carisma, era, por encima de todo, un humano con imperfecciones.
Las imperfecciones de King son las que deberían hacernos entender que no existen los superlíderes, solo existen seres humanos que, en determinados momentos deciden dar un paso al frente y, gracias a 3 habilidades clave (visión, comunicación y capacidad de influencia) acaban ocupando, a veces de manera involuntaria, la posición de representantes de una causa común a un gran número de personas.
¿Es Martin Luther King un personaje inspirador por su relevancia histórica? La respuesta es “ABSOLUTAMENTE”
¿Era Martin Luther King un superlíder, que encarnaba una lista de virtudes y habilidades que pocos seres humanos poseen? “ABSOLUTAMENTE NO”
Darse cuenta de que nuestros héroes también tienen defectos es vital para nuestra capacidad de sentir que cualquiera de nosotros podemos ser capaces de seguir sus pasos y lograr un cambio social en nuestra comunidad.
Conclusión
Necesitamos entender que las grandes cosas pueden ser logradas por personas imperfectas y que, presentar figuras inspiradoras, como la de Jack Welch, Steve Jobs o Luther King como impecables, solo evita que miles de seres humanos, que tienen la capacidad de cambiar el mundo, se sientan incapaces de hacerlo. Cuando pones el listón en la perfección, el resto de humanos se frustra y piensa que jamás estará a la altura de los iconos del liderazgo que los gurús de mediopelo llevan años describiéndonos.
Dejemos de transmitir esa falaz imagen de perfección de algunos referentes históricos de los que, sin duda, tenemos mucho que aprender, pero no solo de sus éxitos, sino, más si cabe, de sus fracasos, ya que fueron esos tropiezos los que les llevaron a ser quién fueron.
Las largas listas de virtudes y habilidades que nos convertirán en superlíderes son como aquellas interminables listas de deseos que enviábamos en formato carta a los reyes magos…pero a estas alturas todos deberíamos ser conscientes de que no existen ni reyes magos, ni superlíderes.
Así que, mejor nos iría a todos si, comenzando por la educación en casa, siguiendo por las escuelas y universidades y, por último, formadores, mentores, coaches y gurús del liderazgo, le comenzamos a contar al mundo que el fracaso es una parte fundamental del proceso de aprendizaje. Si tenemos que fijarnos en un elemento común a todos los grandes líderes de la historia, ese elemento, esencial para el liderazgo, es que, ninguno de ellos creció con miedo a equivocarse.
¿Hora de reflexionar?
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Un abrazo queridos «Business Humanizers»
Jordi Alemany