Desmontando la absurda falacia del «Jefe malo, líder bueno»​

Desmontando la absurda falacia del Jefe malo y el líder bueno.

Resulta indiscutible que los buenos líderes son esenciales para que una organización tenga éxito, sin embargo, lo que no siempre está tan claro es qué convierte a alguien en un gran líder.

Según la gran mayoría de gurús del liderazgo, el carisma, la honestidad, la coherencia, la confianza, la capacidad de influencia y la empatía son, entre muchas otras, algunas de las múltiples habilidades y virtudes que debe poseer un buen líder. Ahora bien, a lo largo de las últimas décadas, y con el único afán de diferenciarse del gurú de la esquina de al lado, algunos han hecho esa lista tan extensa, que más que ayudar a los que desean formarse como líderes, lo que hacen es espantarlos.

Seamos honestos, ¿Quién se parece a esa imagen idílica que algunos nos venden de líderes maravillosos que todo lo hacen bien, y son poco menos que ángeles de la guarda de sus empleados, a los que sirven, escuchan y protegen por encima de todo, incluso de los intereses de la empresa?

¿Dónde están esos líderes?

¿Alguien ha visto alguno?

La respuesta es que no, ni tú, ni yo, conocemos a ninguno de esos líderes, y mucho menos nos parecemos a ellos ¿Sabes por qué? Porque no existen.

Se trata de una proyección icónica, como la que tenían los griegos de sus múltiples dioses, a los que les gustaba venerar y encomendarse porque representaban una imagen divina de aquello a lo que se querían parecer. De aquello de lo que carecían.

Porque los humanos, a diferencia de los dioses, somos imperfectos, y distamos mucho de esa foto del líder con superpoderes que todo lo hace bien y nunca se equivoca, aunque a nuestro cerebro le encante contribuir a ese autoengaño que hace que nos veamos reflejados en el falso espejismo del humano perfecto.

Cada 10 años aparece una nueva moda, un nuevo estilo de liderazgo, una nueva teoría que viene a cambiarlo todo y que, según los que la promueven, es lo último de lo último, el liderazgo definitivo. Liderazgo humanista, de servicio, transformacional, democrático, o cualquier otro adjetivo que acerque la figura del líder a la imagen que todos extrañamos. A esa persona que nos gustaría tener por jefe, pero a la que no hemos tenido el gusto de conocer en el trabajo.

Nos gusta soñar con líderes que se parecen muy poco a nosotros, y exigirles que posean habilidades de las que nosotros mismos carecemos.

El peligro de los «opinadores digitales»

Dentro de ese grupo de gurús, o más bien, pseudogurús, están los que se dedican a circular absurdas infografías en Linkedin, Facebook o Instagram, comparando jefes y líderes. Promoviendo la demonización de los primeros, a los que dibujan como tiranos, y la idealización de los segundos, a los que describen como seres excepcionales. Se trata de un ejercicio de ignorancia supina que tan solo persigue capturar un buen puñado de “me gusta” y nos muestra lo poco que, todavía hoy, se comprenden las diferencias entre el modelo de gestión empresarial y el liderazgo.

Vivimos en esta nueva era de los “opinadores digitales” que saben poco, pero opinan de todo.

“jefe malo, líder bueno”. No he visto nada más absurdo, y lo más triste es que son decenas de miles los profesionales que compran esta idea sin pestañear.

Parece que la gran mayoría de profesionales, arrastrados por las emociones negativas que les genera haber tenido una mala experiencia con algún mal jefe en el pasado, no se detienen a reflexionar que, un jefe es a la empresa como un volante a un coche, mientras un líder es a la empresa como el GPS a ese mismo vehículo. Sin el primero no se puede conducir, mientras al segundo se le echa en falta cuando andamos perdidos.

Diferencias entre jefe y líder

No hace falta haber leído toda la bibliografía de Peter Drucker o Douglas MacGregor para saber que ser jefe es una función que consiste en: contratar y dotar de recursos un plan, asignar tareas, supervisarlas, medir resultados y corregir cuando se produce una desviación que nos aparta del objetivo. Es una función vital para el correcto funcionamiento de las empresas y se encuadra en lo que desde hace 2 siglos se denomina o gestión empresarial.

Tampoco hace falta haber leído la teoría completa de los 3 estilos de liderazgo de Kurt Lewin para entender que el liderazgo es situacional y que, por tanto, no hay un solo estilo de liderazgo que sea mejor que todos los demás, sino que, cada situación, cada equipo y cada momento requiere un estilo de liderazgo, que a su vez exige un modelo de toma de decisiones que, a veces exigirá que el líder actúe de manera autocrática, otras participativa o democrática, y otras incluso no participe de la toma de decisiones y deje que su equipo decida lo que es mejor para todos.

El liderazgo es una capacidad situacional. Cada situación y cada problema exigen un estilo de liderazgo, y cada estilo de liderazgo un modelo de toma de decisiones diferente, que puede ser más autocrático, más democrático o más “Laissez-faire”

Y es que, ser líder es una capacidad compleja que algunas personas desarrollan según las situaciones y circunstancias a las que se ven expuestos, y no está necesariamente asociada a un título o posición. El líder lo es porque, en un momento determinado genera la percepción en aquellos que le rodean de que, su visión y su influencia les permitirán mejorar su posición y defender sus intereses. A líder no te asciende tu jefe, a líder te asciende tu equipo.

A líder no te asciende tu jefe, a líder te asciende tu equipo.

Absurda demonización

¿Cómo se puede comparar una función, que se puede desarrollar mejor o peor, con un conjunto de habilidades, que se pueden tener o no tener?

No se puede, aunque muchos lo intenten a diario y otros muchos, sin pensar lo más mínimo en ello, compren la idea emocionalmente.

Esa falacia sigue triunfando porque muchos, en su frustración y afán de venganza, promovido por malas experiencias previas con jefes que les hicieron la vida imposible y a los que todavía no han perdonado, encuentran en esos posts un potente activador de su amígdala que les hace sumarse al linchamiento público al que llevamos tiempo sometiendo a TODOS los jefes solo por serlo. Así somos.

Qué bonito sería el mundo si todos fuésemos tan buenas personas como nos pensamos que somos y esperamos que nuestros jefes sean.

Aquí volvemos a la misma falta de conocimiento e incoherente idealización, producto de la tremenda falta de afecto y de las muchas carencias emocionales que nuestra sociedad vive actualmente, especialmente en el ámbito laboral. Esa necesidad de que nos quieran y nos traten bien es la que propicia que tanta gente necesite soñar con líderes cercanos, amables y serviciales, que les cuiden y les protejan. El problema es que, al no encontrarlos, la expectativa se ve insatisfecha y, como consecuencia, produce más frustración que otra cosa.

Conclusiones

Si realmente deseamos que haya más y mejores líderes, ocupen posiciones de jefe, o no, deberíamos dejar de demonizar a los jefes e idolatrar a los líderes, y en su lugar, comenzar a:

1️⃣ Educar más y mejor a todos los profesionales, para que comprendan las diferencias y las dificultades de unos y otros.

2️⃣ Promover la consciencia de la importancia de la función de jefe dentro de los sistemas de gestión, que es tan importante como la de contar con personas con capacidad de liderazgo dentro de la organización.

3️⃣ Facilitar ese aprendizaje y concienciación gracias a nuestra propia generosidad y empatía. Esas con las que nos gusta llenarnos la boca y exigimos que posean todos los demás, pero que tanto nos cuesta practicar en primera persona.

En la vida, antes que exigir, hay que dar y para poder dar debemos conocernos y conocer a los demás, comprender nuestras emociones y las ajenas, para, por último, empatizar y promover alianzas entre todos los involucrados en la necesidad de mejor. Demonizando a los jefes e idolatrando a líderes etéreos no vamos a lograr un mundo empresarial mejor.

Si quieres que en el mundo empresarial haya más y mejores líderes, comienza por contribuir desde la generosidad y empatía a ello. ¿O crees que ese líder al que tanto idolatras criticaría a los demás, generalizaría desde la emocionalidad y defendería un argumento tan poco racional e incoherente?

¿Hora de reflexionar?

Si te ha gustado este artículo y te interesan los temas relacionados con el liderazgo transformacional, la humanización de las empresas y el desarrollo del talento te invito a que:

  1. Te suscribas a mi comunidad de «Business Humanizers» y así recibirás directamente mis publicaciones en tu email.
  2. Que adquieras mi libro «Liderazgo Imperfecto» donde, en poco más de 200 páginas desmonto muchos de los absurdos y obsoletos paradigmas que llevan años alimentando el eterno conflicto entre jefes y empleados, además de dar las claves del liderazgo en el siglo XXI.

Un abrazo queridos «Business Humanizers»

Jordi Alemany

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR