Ya Está Bien de Superhéroes
Ya Está Bien de Superhéroes
Algunos todavía defienden esa manida teoría del “liderazgo innato”, que no hace más que contribuir a ensanchar la brecha entre aquellos que nacen predestinados a convertirse en líderes –unos pocos elegidos– y el resto del populacho, que carecemos del gen necesario para poder liderar.
Es fácil tropezarse en internet con esas interminables listas de habilidades y virtudes, enmarcadas bajo atractivos títulos como “Las 7 habilidades del líder” o “Las 10 virtudes del líder excepcional”, que dibujan una imagen icónica de líderes a los que todo el mundo debería aspirar a parecerse.
Menos películas y cuentos chinos
La televisión y el cine han contribuido a extender esa imagen de perfección a través de los personajes de ficción que nos muestran en películas y series. Personajes ficticios como Tony Stark o Bruce Wayne, que siempre parecen tener todas las respuestas, más allá del tamaño del reto o la dificultad del problema, nos han hecho creer que el liderazgo es una ciencia exacta, donde cada paso es medido y calculado. Nos han llevado a crear una imagen del líder que se asemeja más a la de un superhéroe, que a la de un ser humano corriente. Pero, y si te digo que todo lo que mucho de lo que te contado hasta ahora acerca del liderazgo es mentira.
Y si te cuento que liderar tiene poco que ver con ser perfecto, si no, más bien, con desarrollar la inteligencia emocional y el pensamiento crítico que te permitan identificar y explotar tus imperfecciones, acercándote a los que te rodean, para que te vean como alguien más humano.
En las siguientes líneas vamos a tratar de acercar el liderazgo a las personas, desmontando ese absurdo estereotipo del líder “superhéroe” que tanto daño hace a los miles de seres humanos que cuentan con la actitud para liderar en el mundo real. Vamos a hablar del auténtico liderazgo, de ese que ejercen personas corrientes, que deciden dar un paso adelante cuando nos encontramos en un momento de dificultad, anteponiendo el interés colectivo al suyo propio, y guiándonos, con entusiasmo y pasión, hacia un lugar mejor. En eso consiste liderar. Nada más, ni nada menos.
Ya está bien de superhéroes!
El mito del super líder coloca una carga insostenible en los hombros de los líderes y fomenta la creación de una cultura del miedo y de falta de transparencia. El culto a figuras de líderes «quasi» divinos, que nunca se equivocan y tienen la respuesta a todas las preguntas, es un fenómeno absurdo y peligroso por varias razones:
- En primer lugar, deshumaniza al líder alejándolo de aquellos a los que tiene la responsabilidad de liderar. El liderazgo tiene que ver con conectar con los que nos rodean y ayudarles a convertirse en una versión mejorada de ellos mismos. Un líder deshumanizado y poco cercano difícilmente podrá cumplir con esa función.
- Por otra parte, esperar que los líderes sean infalibles e inhumanamente perfectos solo conduce a la decepción y la desilusión. Nadie puede cumplir con tales expectativas, lo que puede provocar desconfianza y descontento entre aquellos a los que lideramos.
- Además, un líder que considera que todo lo sabe asume que no tiene nada nuevo que aprender o mejorar. Esto impide, no solo el desarrollo personal y profesional de la persona que ocupa el rol de líder, sino también el de los que le rodean.
Cuando alguien se cree omnipotente y omnisciente, los que se rodean sienten que no tienen voz ni capacidad para tomar decisiones, lo que limita su crecimiento”.
Y lo más lamentable de todo es que, cuando un líder es idolatrado como un héroe, puede comenzar a creer que es infalible y que sus decisiones están más allá de la crítica. Esto puede generar un comportamiento autoritario y una falta de disposición para escuchar a otros, lo que debilita la colaboración y la innovación, además de generar dependencia y pasividad.
La necesidad de desmontar el falso mito del super líder
En lugar de idolatrar al líder por aquello que hace bien, es fundamental reconocer y valorar su humanidad, sus imperfecciones y sus capacidades para crecer y aprender.
Un liderazgo auténtico y efectivo se basa en la empatía, la humildad y la capacidad del líder para crear más líderes. Para crecer, y como resultado, hacer crecer a los demás. En ese sentido, reconocer nuestros errores y aprender de ellos es fundamental para convertirnos en líderes.
El liderazgo implica descubrimiento y mejora continua, de ahí que un auténtico líder siempre esté dispuesto a explorar, tropezar y aprender”.
El liderazgo real es orgánico o, dicho de otra manera, debe ser transmisible y sostenible, más allá de quién desempeñe el papel de líder hoy. Ninguna organización que aspire a sobrevivir en el largo plazo puede, ni debe, hipotecar su futuro en la figura de una única persona. Un auténtico líder sabe que su principal función no es lograr resultados, sino dejar un legado que trascienda de él mismo una vez concluya su periodo al frente de la organización.
El auténtico liderazgo es imperfecto
De ahí que, si tuviéramos que elegir dos habilidades que nos ayudan a convertirnos en líderes, sin duda esas serían la inteligencia emocional y el pensamiento crítico:
- La inteligencia emocional nos permite reconocer y gestionar nuestras propias emociones y las de los demás, y es fundamental para establecer relaciones sólidas y saludables con nuestro equipo.
- El pensamiento crítico nos ayuda a analizar y evaluar información de manera objetiva y a tomar decisiones informadas y razonadas.
Ambas habilidades nos permiten abordar nuestras propias imperfecciones y aprender de ellas, en lugar de intentar mantener una falsa fachada de perfección.
La principal tarea de un líder
Si hay algo que un líder hace a lo largo del día es, sin duda, tomar decisiones que afectan a otras personas, y para tomar buenas decisiones se requiere de un pensamiento crítico sólido. El pensamiento crítico es un proceso mental que nos permite analizar, evaluar y sintetizar información para llegar a una conclusión lo más informada, racional y objetiva posible desde 3 puntos de vista: el del retorno, el de la legalidad y el de la ética.
De los líderes no se espera que nunca se equivoquen o que satisfagan las necesidades de todos, ya que eso es literalmente imposible. De un líder esperamos que tome decisiones justas y equilibradas, y que antes de hacerlo analice las posibles repercusiones para todas las partes implicadas, anteponiendo el bien común a su interés individual. Por eso, un líder que no ha trabajado su pensamiento crítico corre el riesgo de tomar decisiones basadas en emociones o en información sesgada, lo que puede llevar a la organización a un auténtico desastre.
Conclusiones
El culto al super líder ha generado un panorama en el que la autenticidad y la humanidad se desvanecen en pos de una ilusión de perfección que nos ha llevado a olvidar que liderar es un arte que brota de la humildad, el aprendizaje y la empatía.
Como Prometeo, robemos el fuego de la sabiduría de las manos de estos falsos dioses y devolvámoslo a la humanidad, permitiendo que el liderazgo florezca dentro de cada ser humano cuando la necesidad aflore.
La clave para desentrañar la auténtica esencia del liderazgo reside en el desarrollo de la inteligencia emocional y el pensamiento crítico, habilidades que permiten al líder comprender y gestionar las emociones propias y ajenas, y tomar decisiones informadas y equilibradas, respectivamente. Así, el líder se convierte en un faro de sabiduría y guía, sin caer en la trampa de la arrogancia y la infalibilidad.
El liderazgo personalista, de aquellos que se consideran seres excepcionales, no hace más que mermar la competitividad y sostenibilidad de la organización que presuntamente lideran”.
Debemos educar a líderes que, lejos de enaltecerse como seres excepcionales, entiendan la importancia de nutrir un ecosistema en el que todos puedan crecer y prosperar. El líder genuino deja un legado que perdura más allá de su propia existencia, como un algarrobo, del que cada semilla tiene la capacidad de crecer tan o más fuerte que el árbol del que cayó originalmente.
Abandonemos la idea de que la perfección es una meta a alcanzar y comencemos a abrazar la imperfección de nuestra propia humanidad. No olvidemos que, cuando el líder se vuelve más humano, los humanos a su alrededor se vuelven más líderes.
¿Hora de reflexionar?